Recuperamos hoy domingo 3 de marzo, Día Mundial de la Vida Silvestre, este artículo sobre esta importante especie de nuestros espacios naturales. Está escrito por el compañero Andrés Rojas, experto ornitólogo casareño y socio de Grunsber, y fue publicado por primera vez en el número 9 de la revista Visión Natural, en marzo de 2022.
Aunque no llegue a reproducirse en Sierra Bermeja, una de las grandes rapaces que mejor caracteriza esta montaña es el buitre leonado (Gyps fulvus), que patrulla diariamente este territorio debido a la proximidad de las grandes colonias que habitan en la vecina Sierra Crestellina, en el término municipal de Casares.
El buitre leonado tiene una longitud corporal de 93 a 120 centímetros y una longitud alar de 2,3 a 2,8 metros, una envergadura que le hace destacar en vuelo, con sus anchas y largas alas, su cola corta y su cabeza pequeña. Esta es también la estructura característica de la mayoría de las especies de buitre, perfectamente útil para efectuar largas expediciones de hasta 160 kilómetros diarios en busca de alimento, aprovechando corrientes de aire caliente para apenas gastar energía, como sí lo harían si tuviesen que batir las alas.
Este ave necrófaga posee un potente y ganchudo pico que le facilita la tarea de abrir las pieles de los cadáveres (sobre todo ungulados) de los que se alimenta. Llama la atención su cabeza y largo cuello, que llega a estirarse bastante, porque ambos carecen de plumas. Están cubiertos por un plumón blanco ausente en la cara, una característica adecuada para las costumbres alimenticias de estas aves que introducen su cabeza a través de orificios de los cuerpos inertes para alcanzar las carnes del animal, especialmente las blandas; de no ser así, las plumas, que se ensuciarían fácilmente de sangre y otras sustancias internas, resultarían muy poco higiénicas.
Al final del cuello dispone de unas plumas a modo de “bufanda”, llamada gorguera, que da lugar al plumaje del animal, de color marrón similar al de un león. Este color y que la gorguera también pueda recordar a la melena de los machos de estos grandes felinos, son las dos hipótesis sobre el origen del nombre vernáculo de esta rapaz, leonado.
El color marrón que cubre la mayor parte del cuerpo se ve contrastado con un marrón más oscuro en las plumas de vuelo y rectrices. Las patas, de color grisáceo, son débiles, por sorprendente que parezca en unas aves de esta envergadura. Poseen garras sin puntas, ya que no necesitan acarrear ninguna presa en vuelo ni clavarlas para dar muerte a posibles víctimas; únicamente hacen uso de ellas para sujetar los cadáveres y permitirles alimentarse cómodamente. Concentran toda su fuerza en el cuello y el pico.
La especie no presenta un dimorfismo sexual pronunciado. El plumaje, sin embargo, permite diferenciar las distintas edades de los ejemplares, aunque resultará mucho más fácil fijarse en los detalles de la cabeza del animal.
Los ejemplares juveniles generalmente presentan un plumaje de un tono marrón rojizo, con una gorguera marrón de plumas largas y despeinadas, una cabeza blanca bastante limpia, un ojo con iris negro y de los mismos tonos será el pico. A medida que vaya pasando el tiempo y conforme aumente el desgaste del pico, este se irá tornando hasta un color blanco hueso en los adultos, el iris cambiará a amarillento, la gorguera blanca y algodonosa, y los tonos corporales pasarán a ser de un marrón más grisáceo.
Los basureros de la naturaleza
Para encontrar el alimento funcionan como un equipo, desplegándose para tratar de cubrir la mayor parte de territorio posible. Cuando un buitre localiza una fuente de comida, adopta una postura específica recogiendo las alas y estirando las patas indicando su descenso, llamando así la atención de los ejemplares más próximos que adoptan la misma postura y que llaman la atención de otros en un efecto en cadena que llega a concentrar en poco tiempo una buena cantidad de buitres en el lugar. Tal número de aves agrupadas alimentándose de un mismo cadáver deja en poco tiempo poco más que los huesos y el pellejo, pero aunque el trabajo en equipo haya funcionado para la búsqueda, durante la alimentación tienen lugar trifulcas por la comida o por ocupar un lugar para alimentarse.
Las colonias donde habita la especie están ubicadas siempre en zonas montañosas que cuenten con cortados rocosos de difícil acceso para depredadores o donde no encuentren numerosas molestias, lo que convierten a los buitres leonados en una especie rupícola prácticamente estricta.
La época de reproducción comienza a finales de otoño y principios de invierno, observándose primero paradas nupciales que se intensifican a finales del mes de diciembre, cuando tiene lugar la fabricación de los nidos. Estos se inician con la colocación de ramas verdes para hacer la base de la estructura y el acolchamiento posterior con pastos y plumas que le aportarán comodidad, ya que ambos progenitores pasarán bastante tiempo incubando sobre la plataforma.
A finales de enero y principios de febrero tendrá lugar la puesta de un solo huevo; raramente se produce la puesta de más de uno. El macho y la hembra se turnarán para darle calor durante un periodo de más de 50 días, que terminará dando lugar a una pequeña bola de plumón blanco, diminuta en comparación a sus progenitores. Durante las cuatro primeras semanas de vida le atenderán constantemente. El pollo, que permanecerá en el nido entre 110 y 132 días, será alimentado con el alimento que regurgiten los adultos ya que, como ya se ha citado anteriormente, estas aves son incapaces de portar nada en sus patas.
Los buitres leonados son aves que pese a mostrar alta querencia por sus zonas de reproducción en fase adulta, de juveniles experimentan movimientos dispersivos bastante extensos. En la zona del Estrecho de Gibraltar y proximidades, en multitud de casos, los jóvenes llegan hasta el continente africano desde agosto a noviembre, con mayor intensidad en octubre, constituyendo el momento anual de mayor concentración de la especie. El paso del Estrecho les permite el mínimo consumo de energía sobrevolando la menor cantidad de mar posible, pero incluso así, no son pocos los ejemplares que se quedan en el intento. Las aves que llegan a África regresarán al continente europeo para establecerse en las siguientes primaveras, entre los meses de abril y junio, como aves de segundo o tercer año.
Presencia en Sierra Bermeja
En Sierra Bermeja están presentes durante todo el año, ya que localizan aquí suficientes cadáveres de mamíferos como alimento e incluso existe un punto de la red de muladares de la Junta de Andalucía. Desgraciadamente, lo que más llama la atención a estas aves en esta zona es el vertedero de residuos urbanos de la Costa del Sol: ahí encuentran comida fácil casi a diario a falta de cadáveres en el campo.
La presencia de estas aves en el vertedero se intensifica coincidiendo con los meses de migración postnupcial de la especie, observándose sobre el lugar bandos bastante grandes rumbo al Estrecho. Muchos de los ejemplares que los integran se detienen aquí atraídos por la presencia de las aves locales. En 2021, un mínimo de 8.822 juveniles e inmaduros atravesaron o usaron como punto de descanso Sierra Bermeja en su travesía.
Aunque la tendencia poblacional de la especie es positiva actualmente, su número puede verse afectado, además de por los envenenamientos, por la presencia de aerogeneradores y líneas eléctricas, infraestructuras que se están incrementando en los últimos tiempos.
Puede leerse el artículo en su formato original, con las fotografías con las que se maquetó, en este enlace.